jueves, 3 de mayo de 2012


Había una vez una chica muy fea que tenia un pájaro que volaba todas las mañanas. A toda velocidad, recorría el cielo, llevando mensajes para su amor, que vivía a una gran distancia.
Ella jamás lo había visto. Él jamás la había visto. Pero el pájaro fue capaz de unir sus corazones. Originalmente, le pertenecía a él, lo había rescatado en un día de tormenta, lo cuidó, y crió, hasta que decidió que era el momento de que parta, y haga su vida. Sin embargo, el pájaro, no quería separarse de su amigo y salvador, y se quedó con el.
Una mañana, el, harto de la soledad de su vida, le pidió un favor a su único amigo. Escribió en un papel, que ató en la pata, y le dijo que se lo entregase a la persona más buena que encontrara.
Varios días estuvo, el pájaro, buscando a alguien digno. Descubrió que el mundo estaba lleno de personas malas, que no pensaban más que en si mismas, en sus riquezas, y en las cosas que les convenía. Hasta que un día, cansado, llegó a una plaza, para descansar en las ramas de un árbol. Vio a una joven sentada en un banco de la plaza. La gente la miraba con desprecio, y se reían de ella, decían “Qué fea es”, por lo bajo, y seguían su camino.
Ella estaba alimentando a las aves que estaban allí en ese momento. Y el pájaro sintió hambre. Tímidamente, intentó tomar algún trozo del pan que ella arrojaba, pero no era capaz de llegar a ninguno, todas las demás aves, estaban acostumbradas, y eran más veloces. Luego de unos minutos, se resignó, y se disponía a emprender vuelo nuevamente, pero la chica lo llamó, le pregunto a dónde iba, si no había comido nada.
Agradecido, se acercó a ella, que le entregó en el pico un trocito de pan. Estaba sorprendido por su bondad. Comió, y ella le explicó qué pasaba. “En la vida, tus semejantes muchas veces intentarán tener todo, para ser felices ellos mismos, pero en algún momento, alguien puede aparecer, y tenderte una mano”.
El pájaro, luego de ser testigo de tantas injusticias en ese tiempo, decidió que ella era la indicada para entregar el mensaje de su amo. Le extendió la pata, dando a entender que debía tomar el papel. Decía “¿De qué color es la felicidad?”. Ella fue a su casa, vivía lejos de la plaza, aislada de la gente de su pueblo. Y escribió su respuesta “El color de la felicidad es distinto en cada persona, la gente que te rodea, va pintándola”, y preguntaba, a la vez “Mi felicidad no tiene color aún, ¿y la tuya?”.
El pájaro voló nuevamente, fue con su dueño, y éste volvió a responderle, rápidamente congeniaron. El pájaro siempre fue su mensajero.
Pasaron meses, descubrieron que, por una u otra razón, eran maltratados por la gente. El, porque su familia había sido mala en el pasado, era odiado por su pueblo. Ella, no era considerada linda, y la discriminaban, la hacían sentir mal, y por eso no tenía relación con otras personas, además había quedado huérfana, y no tenia a nadie en el mundo.
Pero al hablarse, descubrieron el interior del otro, eran parecidos: buenos, bondadosos, sinceros, amaban la naturaleza, la música. Y lentamente un sentimiento de cariño surgió entre ellos.
Y con el correr de los días, el cariño fue creciendo. El amor había llegado a sus corazones. Al pasar un año, y aún sin haberle visto, ella le propuso casamiento.
“No, tú sabes por qué”, fue la respuesta del muchacho. Ella se sintió desolada al recibir el mensaje. Y por varios días lloró, puesto que creía que porque él sabía que era fea, la había rechazado. El pájaro, en ese tiempo, volvió con su amigo, sin ninguna carta.
Tres semanas pasaron, la joven no tuvo más noticias del muchacho. Se sentía estúpida, ¡Estaba tan bien antes!, y lo había echado a perder con esa propuesta, ahora no tenía cómo volver a hablarle.
Una tarde, alguien tocó su puerta. No estaba con ánimos de hablar con nadie, seguro eran los mismos niños de siempre, que iban a molestarla, pero no quería ser descortés.
Y abrió.
Del otro lado, un muchacho, de no más de veinte años, estaba arrodillado, le dijo “Discúlpame, no he sabido expresarme.  En todo este tiempo, he descubierto que mi felicidad era azul y blanca. Mi felicidad eran tus cartas. Perdón por rechazarte.. –y sonrió- Aunque debes saber, que el matrimonio lo debe pedir el hombre... entonces...
¿Quieres casarte conmigo?”

Fin.


P - 2/5/12.

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